Por: Wladimiro Navarro, Sales & Marketing Manager de Addalia
Cuando oímos hablar de blockchain o Smart Contracts, muchas veces vienen asociados con Bitcoin y noticias sobre pagos con esta criptomoneda. Y en cierto modo es correcto y lógico. Bitcoin nace con el objetivo de ser una moneda digital que no esté controlada por ninguna entidad y cuyas transacciones sean seguras y a prueba de intentos de manipulación.
Para ello se definió un modelo de funcionamiento apoyado en una serie de conceptos y tecnologías que permiten conseguir estos objetivos. Pero la base que soporta Bitcoin y el resto de criptomonedas ha trascendido de su objetivo inicial, y su aplicación a otros campos va a revolucionar la forma en que se van a realizar muchas de las transacciones habituales de nuestro día a día.
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El “problema”
Cuando yo quiero pagar algo con dinero físico, o simplemente entregar dinero a alguien, el proceso es sencillo y aceptablemente seguro. Yo entrego una moneda física que cambia de manos: dejo de tenerla y el receptor del pago pasa a ser el dueño de la misma. No hay duda de que yo tenía el dinero, de que la transacción ha tenido lugar y de que el dinero está ahora en su destinatario.
Cuando queremos hacer esto mismo en el mundo electrónico, el tema se complica. ¿Cómo sé yo que tienes el dinero que dices tener? ¿Cómo nos aseguramos de que el dinero que me transfieres pasa efectivamente de tus manos a las mías y no vuelves a enviar el mismo dinero a un tercero? Para ello, necesitamos confiar en alguien que regule las transacciones y gestione la titularidad del dinero “electrónico”. Es decir, necesitamos una entidad central que regule y garantice las transacciones.
Los bancos certifican el dinero que tenemos en la cuenta y ejecutan los movimientos del mismo, garantizando que las transacciones se realizan correctamente. Por encima de ellos, los gobiernos regulan y controlan que los bancos realicen correctamente su labor. ¿Y no podemos hacer esto sin tener que depender de la “buena fe” de los intermediarios y reguladores?
Sería interesante disponer de un sistema que fuese conocido por todos, donde nadie tuviese que intervenir para certificar que las transacciones tienen lugar, que las mismas sean irreversibles para que nadie pueda deshacerlas ni alterarlas. Y ya de paso, que nadie pueda prohibir o censurar transacciones, ni autorizar o prohibir la participación en el sistema. Y que la gestión del dinero y del sistema no dependa de ningún regulador. Esto es lo que pretendía Bitcoin… y parece que lo ha logrado.
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historia del blockchain
Desde la aparición de los ordenadores personales y posteriormente de Internet, van desarrollándose una serie de tecnologías independientes que, combinadas adecuadamente, van a dar lugar al origen de un modelo que resuelve el problema anterior:
- La criptografía de clave pública
- Las cadenas de bloques o blockchain
- Las redes “peer-to-peer” o P2P
- El sellado de tiempo o “timestamping”
En la década de los 90 del siglo pasado aparecen diferentes trabajos sobre soluciones descentralizadas para realizar pagos electrónicos que no dependan de la intervención de ninguna entidad central supervisora ni reguladora.
En 1991 aparece el primer trabajo de una cadena de bloques segura utilizando criptografía que fue evolucionando hasta que en 1998, Wei Dai describe una solución descentralizada para pagos electrónicos basada en criptografía de clave pública. Este primer trabajo es evolucionado por otros autores hasta que en 2008 se publica, con el pseudónimo de Satoshi Nakamoto, el artículo que define el mecanismo para implementar una moneda digital: Bitcoin. Este se basa en el uso de las cadenas de bloques (blockchain) para registrar las transacciones en una red peer-to-peer. Luego explicaremos cómo funciona el modelo.
El 3 de enero de 2009 entra en funcionamiento Bitcoin con el primer programa de código abierto, es decir, cuyo código es accesible para cualquier programador y por tanto verificable en su diseño, y se crean los primeros bitcoins. A partir de aquí el desarrollo de la red de nodos y el uso de Bitcoin para realizar pagos sin intermediar ninguna entidad ni regulador crece hasta el nivel de locura actual, con el Bitcoin valorado en más de 4.000 €. En paralelo, fueron apareciendo otras criptomonedas basadas en el mismo concepto y con diferentes objetivos. En la actualidad hay más de 1.000 criptomonedas que pueden comprarse y venderse.
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La red de Bitcoin se desarrolla por programadores que se dedican a evolucionarla y mejorarla. Al tratarse de un proyecto descentralizado, donde nadie es dueño de la tecnología, la evolución de la misma se realiza por consenso de la comunidad. Se presentan propuestas de mejora que, si son aprobadas por la mayoría, se incorporan. En 2013, un programador involucrado en el desarrollo de Bitcoin llamado Vitalik Buterin propuso incorporar la posibilidad de gestionar no solo transacciones de dinero en bitcoins, si no también aprovechar el modelo para ejecutar aplicaciones en modo distribuido, de nuevo, que no dependan de un servidor o de una entidad, para ejecutar contratos de forma descentralizada.
Su propuesta no fue aceptada por la comunidad, por lo que en 2014 un grupo de desarrolladores decidió poner en marcha el proyecto Ethereum para el desarrollo de una plataforma pública distribuida, “open-source”, basada en blockchain, para la ejecución de Smart Contracts, ¡ya apareció la palabra!
Para gestionar la ejecución de los Smart contracts, la compensación a los nodos que ejecutan los mismos y financiar el desarrollo de la plataforma, se emitió, cómo no, un token o criptomoneda, el Ether que, contagiado por el mismo entusiasmo, ha disparado su cotización en los últimos meses.
En Julio de 2015, tras varios prototipos, se pone en marcha la primera versión de la plataforma Ethereum con un plan de evolución para dotarle de todas las funcionalidades previstas.
Y en este punto, nos encontramos con una criptomoneda pionera, el Bitcoin, estrella de muchas noticias; una tecnología, el blockchain, que hace posible que pueda intercambiarse dinero sin la intervención de ninguna entidad; y unas aplicaciones, Smart Contracts, que con el mismo esquema de las criptomonedas, permiten la ejecución de contratos sin intermediarios que los gobiernen.